Un buen día quizás un barquero
se lanzó tras el mar del recuerdo.
Era un barco pequeño en el tiempo
pero había fe,
pero había un raro esplendor en sus ojos,
pero había un místico afán de por qué,
pero había fe.
Una dársena es sólo una entraña;
mar de invierno es tal vez la mañana;
barco chico es quizás alma clara;
y aunque haya fe,
y aunque haya flujo de amor en mi frente,
tanto se hunde mi rostro en la gente,
que ya no sé.
Ya me canso de tanto hablar,
si está dicho todo hasta el fin,
qué más ruido que el de escuchar
de la vida, todo el trajín.
Tanto espacio entre mi voz
y el oído que ha de esperar.
Nada tengo que decir yo.
Miren todo y me escucharán.
Un buen día quizás un barquero
se lanzó tras el mar del recuerdo.
De su barco, entre grito y silencio,
aún no se sabe
cuál de las tantas ha sido su suerte:
si halló la vida o se fue con la muerte,
o simplemente se perdió.