Era extraño aquel hombre,
O por tal lo tomaron,
Porque besaba todo
Lo que hallaba a su paso.
Besaba a las personas,
Al perro, al mobiliario
Y mordía dulcemente
La ventana de un cuarto.
Cuando salía a la calle
Le iba besando al barrio
Las esquinas, aceras,
Portales y mercados,
Y en las noches de cine
(También las de teatro)
Besaba su butaca
Y las de sus costados.
Por estas y otras muchas
Los cuerdos lo llevaron
Donde nadie lo viera,
Donde no recordarlo,
Y cuentan que en su celda
Besaba sus zapatos,
Su catre, sus barrotes,
Sus paredes de barro.
Un día sin aviso,
Murió aquel hombre extraño
Y muy naturalmente
En tierra lo sembraron.
En ese mismo instante,
Desde el cielo, los pájaros
Descubrieron que al mundo
Le habían nacido labios.