Siempre se hallaba sola en su habitación,
sola como su sombra, siempre era así.
Era difícil irse a dormir
sin otro cuerpo con que
poder hacer entre dos
el silencio.
Y apareció de pronto cierta emoción
a la que amó con toda la soledad.
Y regresar a la habitación
comenzó a ser la hora
de acomodar entre dos
el silencio.
Después del día
lleno de voces
iba a para su hogar,
donde las voces,
a su costado,
continuaban
sin parar.
Ahora llegar
a la habitación
no era la soledad,
sino la despedida
del día
que insistía
en no acabar.
Nunca se hallaba sola su habitación,
nunca encontró su sombra, siempre era así.
Era difícil irse a dormir
siempre con otro cuerpo
con quien tener que compartir
el silencio.
Y desapareció de aquella cierta emoción
a la que amó con toda la soledad.
Y desde entonces su habitación
fue como un parque abierto
donde pudiera retozar
el silencio.