Supón que un trabajo productivo
te encuentro en tu pañuelo singular
y luego de ese instante decisivo,
supón que no te dejo de mirar.
Supón que tanto tu fulgor persigo
que aplasto un surco y tengo mi sermón,
que corto un fruto tierno, que me olvido
de mi sombrero bienhechor
y no reparo en el calor
de la hora en que se prende el sol:
Supón que agua al fin te pido
y supón que ya eres mi canción.
Supón que me presento como amigo,
que te pregunto nombre y profesión,
que miro al suelo y digo que ha llovido
y otro comentario sin razón.
Supón que me has mirado comprensiva
pero no tienes nada que agregar.
Supón que entonces hablo de la vida
como queriendo aparentar
que soy un tipo original,
que tengo mucho que contar.
Supón que ríes divertida
y supón que ya eres mi canción.
Supón que hay una tarde para el cine
y que he llegado una hora después,
porque la ruta extraña en la que vine
no era para acá, sino al revés.
Supón que la pantalla te ilumina,
que rompe y que sujeta tu perfil.
Supón tu mano un ave recogida,
y un cazador, sin más fusil
que un dedo tímido, va a abrir
el sí o el no del porvenir.
Supón que no eres sorprendida
y supón que ya eres mi canción.
Supón que la fortuna es nuestra amiga
y que de tres a cinco puede ser.
Tu padre parte, fumo yo en la esquina:
la puerta, contraseña y tú, mujer.
Supón que llego y que nos abrazamos.
Supón que todo está por agotar:
es la primera vez que nos amamos.
Supón que hablo sin parar,
supón que el tiempo viene y va,
Supón que sigo original.
Supón que no nos desnudamos
y supón que ya eres mi canción.